Todo cruje una semana antes de una maratón

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Las cosas pueden ocurrir así. Estoy a tres días de la Marathon de Paris, este domingo 6 de abril de 2014, y hoy desperté resfriado. Por la mañana me tomé una aspirina para intentar frenar el resfrío y quedó el vaso con un poco de agua en la mesita de noche. No me levanté. Vino mi gato a despertarme como hace todos los días, vio el vaso con algo de agua y quiso beber. Se le cayó el vaso y se rompió. Me levanté rápidamente al escuchar el ruido del vaso roto en mil pedazos en el suelo y pensé, podría ahora pisar un cristal y herirme un pie. A tres días de la Marathon de Paris podría herirme accidentalmente el pie. Pero no, solo estoy resfriado y con la cabeza inventándome calamidades. Es así.

Antes de una maratón suele ocurrir. Mejor no abrir la puerta de una nevera para no resfriarse, y me ha pasado. O ver bien donde pisas no vaya ser que pises mal y te pase algo. Y empieza a dolerte partes de tu cuerpo que no te dolían hasta aquí. Hay momentos en que la rodilla izquierda me hace un extraño, un amago de dolor. O el gemelo derecho me duele caminando. Y la torcedura de tobillo creo que no está todavía curada. Y la espalda sigue con ese punto de dolor que se instaló allí cuando hice un esfuerzo imprudente al querer mover un televisor de tubo de la prehistoria electrónica. Todo cruje una semana antes de una maratón.

Por ahora solo mi resfriado es real. El resto son más fantasías de mi mente que realidad. Yo ya se que cuando den el pistoletazo de salida ya no me dolerá nada de nada. Quedaré yo y 46 mil más en un camino de 42 kilómetros por recorrer y esa será una historia diferente y muy  real.


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